NO BRILLAN LAS ESTRELLAS AL OESTE DEL EDÉN:
24H EN LOS ÁNGELES: VIAJE DE IDA Y VUELTA AL CADÁVER EXQUISITO DE LA CORRECCIÓN
12.03.23


Aún con el sabor amargo de la resaca pegado en el paladar, llego al hotel al filo del mediodía. Entrego mi pasaporte al recepcionista que me pregunta si es la primera vez que visito Los Ángeles. La cuestión me sorprende. – ¿pero es que hay alguien que repita?

Por motivos ajenos a mi talento (cualidad prescindible para ascender el seno de la apraxia cinematográfica contemporánea) me encuentro en West Hollywood el mismo día de la entrega de los premios Oscars; Otra ceremonia de la Academia donde el arte, –si brilla- será solo por su ausencia.

Mi breve estancia en la habitación es interrumpida por un estridente tono de llamada que rompe, sin piedad, todo atisbo de sosiego. El productor con el que he venido a reunirme me espera al otro extremo de la ciudad, en Chateau Marmont.
El antiguo altar de los dioses, hace años que ha perdido su añejo encanto dejando, tras de sí, únicamente el cascarón vació de lo que alguna vez fue.
Resulta deprimente observar como los lugares emblemáticos del pasado -para adaptarse a las nuevas y planas generaciones- sacrifican su brillo convirtiéndose en meras sombras de un recuerdo que no vuelve.
En el viejo castillo de Sunset Blvd, las estrellas y las divas de Hollywood ya no corretean semidesnudas por sus pasillos, ni las alarmas de incendios braman en la noche por los rituales satánicos de Kenneth Anger.

Todo se ha vulgarizado. El glamour y la depravación que un día nos emocionó a todos, han sido sustituidos por la nueva monotonía digital y la corrección política.

No sin cierta reticencia, acepto la invitación en el enclave escogido.
Me visto pensando que la nostalgia puede ser un arma peligrosa en manos equivocadas.

En el Uber, el chofer no deja de balbucear acerca de TikTok. Insiste en que, como artista, debo hacerme una cuenta inmediatamente. Según el, es un pecado capital no tener una. Me preocupa la convicción con la que habla; como si la creación artística realmente se hubiese reducido a unos breves clips de video con filtros ridículos y bailes sin sentido. Parece que el mundo del arte ha sido conquistado por la idiotez y el conductor sea uno de sus más fieles seguidores.
Me habla del futuro, pero “TikTok”, más bien, me suena a cuenta atrás.

Me pide prometerle que me haré una cuenta y yo le contesto con una estrella la valoración del servicio.
Fin de la conversación.

Durante el trayecto, una incesante plétora de vallas publicitarias con los rostros de los nominados a los premios de la academia, decoran las calles de Los Ángeles. Sus carteles colgados en las farolas me recuerdan que, el cine, puede ser una industria tan corrupta y manipulable como las elecciones políticas de un país.

Mi conductor, después de tres décadas detrás del volante, se cree un experto en la materia y me revela la verdad detrás de la farsa: Productoras y agencias de representación compitiendo encarnizadamente por promocionar a sus clientes y asegurarse los próximos contratos publicitarios millonarios. Resulta más atractivo y lucrativo trabajar en una campaña de relojes que colaborar con un verdadero cineasta.

Consumido por el fuego de la vanidad y la ambición. El arte ya no se trata de crear algo valioso y enriquecedor, si no de venderlo sin importar cuan vacío y espúreo sea.

Al llegar al hotel, el maître del local me acompaña hasta la terraza del restaurante. Junto a la piscina, dos aspirantes a la estatuilla dorada improvisan una sesión de fotos con el móvil.
En plena adoración de sí mismos y de la marca de gafas que promocionan, sus rostros -recién deformados por el ácido hialurónico y la presión de agradar a un público cada vez más disperso y volátil- revelan la verdadera tragedia de nuestra época: Una sumisión total al culto del ego y la búsqueda desespera del reconocimiento público.
Mientras tanto, el verdadero arte revolucionario languidece en las sombras, posiblemente, en personas como el camarero que me sirve la cerveza.

Mis anfitriones admiten que resulta difícil no sentir un profundo vacío y decepción al ver como el talento ha sido degradado a un meros escaparates ambulantes; un producto más de intercambio para una industria que solo se preocupa por sus balances y cuentas de resultados.

Es un imperativo categórico -y todos los presentes coincidimos en ello- que la libertad debe ser el ingrediente esencial para cualquier arte. Por eso, insisto, cualquiera que confunde a un actor de Hollywood con un artista, simplemente es un pobre diablo que desconoce por completo de lo que está hablando. ¿Cómo podría alguien ser un artista cuando está sometido voluntariamente a contratos millonarios que le dicen: cómo vestir, como hablar y cómo comportarse en público?

Una argucia impostura donde los actores son tratados como políticos en elecciones.

Con la llegada del tercer Vodka, la conversación se torna más íntima y el volumen de voz disminuye hasta convertirse en un susurro. La mesa parece envuelta en un halo de secretismo, como si lo que se fuese a contar a continuación, estuviese reservado solo a unos pocos elegidos:
La ciudad se encuentra sumida en un caos de identidad – comentan.

El reciente temor a la exclusión y a la cancelación mediática ha generado una desequilibrada sociedad homogénea, donde solo los mediocres y dogmáticos ostentan el protagonismo discursivo.

Una vez más, la libertad de expresión se encuentra en peligro de extinción, asfixiadas por una corrección política que impone sus pensamientos unidireccionales y aplasta toda disidencia, mediante las nuevas herramientas de represión disfrazadas de tolerancia y justicia social.
Una ilusión que –al igual que ocurre con la actual democracia representativa- promete libertad, pero garantiza justo lo contrario.

La omnipotencia del capital lo engulle todo, amigo mío. También los movimientos sociales de protesta que, tan ineptamente, sus nuevos y aburguesados representantes, consideran «antisistema«:

Admitamoslo,
Es poco probable que el hombre que se hizo rico vendiendo camisetas del Che Guevara en los años 90’s fuera comunista.
O que el audaz empresario que ha patentado el color Pantone 18.3838 tenga algún tipo de compromiso con la prolongada causa que hoy nos ocupa a todos.

El poder de la alienación revela límites insospechados al incluir a tantos individuos de notoria estulticia en sus filas.

La interpretación ya no se limita al escenario de la gran pantalla, ahora también son compelidos a actuar en la vida real para convencer al espectador medio de su supuesta bondad y tolerancia. Una hipocresía descarada para ocupar portadas, donde sus lamentables actos (aparentemente desinteresados) transcienden el celuloide para convertirse en máscaras que ocultan su verdadera naturaleza.

Angelo Vico Oscars Cine
Angelo Vico Oscars cine

El sol ya ha desaparecido de la ciudad cuando el maître nos trae la cuenta a la mesa. Nos informa que á la gala de los Oscars se proyectará en un salón interior, y que somos bienvenidos e unirnos al resto de los huéspedes para verla.

A pesar de las insistencias para quedarme, decido partir antes de que la situación derive en un escenario, aún más reminiscente, que una obra literaria de Ray Bradbury.  Me preocupa que sea demasiado tarde y la carretera de regreso se asemeje a la árida vía descrita por McCarthy.

Resulta especialmente desolador ver premiar en una ceremonia donde la mejor obra destaca por su falta de sentido y madurez estética mientras es usada como una burda y nerviosa maniobra por mantener, a toda costa – y sin importar las consecuencias- la atención de un publico al que ya no le interesa más el cine. Una generación infantilizada en el abismo de sus teléfonos móviles y al que la academia del Hollywood pretende arrastrar a tdos los demás.

15 nominaciones y nadie se sonroja por ello;
«Llamar a esto séptimo arte, es como llamar gastronomía al canibalismo.» 

De regreso a mi hotel, el servicio de habitaciones ha dejado todo dispuesto. Mi cama está abierta y una chocolatina descansa en mi almohada; Un simbólico gesto que trasciende el presente evocando una verdad incómoda: La sobriedad y la elegancia serán las únicas que perdurarán en el tiempo y merecerán ser recordadas.

La 95ª Gala de los Oscars ha empezado. Y, con ella, el momento idóneo para apagar el televisor.

En la oscuridad de un afectado cuarto de Los Ángeles, solamente iluminado por la luz de emergencia que pestañea sobre la puerta, busco una vieja entrada en mi diario personal:


28 de febrero del 2017:

“Que glorioso momento hemos presenciado esta madrugada. Aunque aún no seamos plenamente conscientes de su significado, es evidente que algo ha cambiado delante de nuestros ojos. […] Un circo romano sangriendo donde – no sin cierto derecho poético- «moonlight» (Un film que solo será recordado por Warren Beatty) ha arrebatado el Oscar, literalmente, de las manos de Lalaland; expulsando del escenario a la favorita del año. Un bello, pero triste, espectáculo caótico que marcará el principio de un fin.”

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_____\ Angelo Vico